Aunque podemos asociar sus orígenes al yacimiento hallado en el prado del Burgo de época del Bajo Imperio Romano, la antigua “Toroda”:fue una población de vital importancia histórica y geográfica en la antigüedad más remota. Cruce de caminos hacia el norte. Durante la Alta Edad Media, en muchos documentos referentes a esta zona de la meseta central de la Península Ibérica aparecen, como singular hito de contextualización geográfica, varios caminos relacionados con esta Villa, especialmente la semita que va de Torodano ad Boitracum (El camino que va de Turégano a Buitrago atravesando la sierra de Guadarrama).
La villa de Turégano se convierte en escenario de primer orden con la donación en 1123 de la reina D.ª Urraca de Castilla al primer obispo de Segovia, Pedro de Agén, confirmado en 1127 por Alfonso VII. A partir de entonces la villa queda vinculada a la figura del obispo, documentándose por primera vez su presencia en la villa en 1232 con el obispo Bernardo está donación era clave debido a su situación estratégica, ya que se encontraba en una posición privilegiada, estando en el centro de la provincia de Segovia, lugar que además dará importantes recursos económicos, Turégano comenzó a ser protagonista de la historia segoviana y de Castilla. En 1353 Pedro I concede exenciones fiscales a la villa y en 1363 la dota de una guarnición de noventa ballesteros por privilegio rodado.
En época Trastámara toma mayor importancia con estancias reales como la de Juan I en 1390, firmando aquí la carta fundacional del monasterio de San Benito en Valladolid, y Juan II, donde celebra en 1428 su reconciliación con Álvaro de Luna, y donde había establecido la Real Chancillería en 1425 durante seis meses al año.
En el s. XV la importancia de Turégano como sede episcopal aumenta, se celebra un sínodo en la localidad con Lope Barrientosy especialmente con Juan Arias Dávila (1461-1497) que, tras la vuelta al poder de Enrique IV en 1468, se refugia en su villa donde refuerza el castillo. Desde aquí participa en la falsificación de la bula papal que dispensaba el matrimonio entre Isabel y Fernando, el cual se hospeda en esta villa en varias ocasiones, como en la Navidad de 1473, mientras espera a su esposa durante la reconciliación en Segovia entre ésta y su hermano Enrique.
En el s. XVI se debilita el poder temporal de los obispos, lo que conlleva el declive de la villa que no vuelve a resurgir hasta el s. XVIII, con obras en los templos, en el trazado urbano y la canalización de aguas, como la fuente de la plaza de Santiago en 1781. A principios del s. XIX se convierte en puesto de los franceses en la Guerra de la Independencia.
Con la abolición de los señoríos en 1837 se constituye el Ayuntamiento, desvinculándose el obispo como señor de la villa. En estos momentos toma gran importancia la feria de San Andrés, convirtiéndose en la feria de ganado más importante de Castilla. Con el s. XX se introducen nuevos servicios y se construyen nuevas calles y plazas, que configuran la fisionomía actual de la villa.
Grandes personajes históricos están relacionados con esta Villa, la Reina Doña Urraca de Castilla y su hijo Alfonso VII, el Rey Pedro I, el Rey Juan I, Don Álvaro de Luna, el Rey Juan II, el Rey Enrique IV, el obispo Juan Arias Dávila, los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel, el Emperador Carlos V y es que, como dicen de uno de los mejores pintores abstractos del s. XX, Esteban Vicente, muchos vieron en esta Villa un prodigioso equilibrio entre libertad y sabiduría, expresividad y elegancia.
Cómo llegar
En pleno corazón de la provincia de Segovia, a unos 12 Km de Aguilafuente a 17 Km de Fuentepelayo a 34 km de la capital y a 935 m sobre el nivel del mar se encuentra Turégano.
Con un amplio término, enclavada entre el amplio valle de los ríos Pirón y Cega, que comprende la Tierra de Pinares (norte), el Piedemonte (sur) y la Campiña. En él habitan unos 1.005 residentes entre la villa de Turégano y el antiguo término de La Cuesta, anexionado en 1972 y que comprende las pedanías de Aldeasaz, Berrocal, Carrascal y La Cuesta.
Fiestas y Tradiciones
Gastronomía
La gastronomía local se caracteriza por la elaboración de asados, especialmente de cordero, que en el caso de Turégano cuenta con cerca de un siglo de tradición en sus hornos. Así como en los restaurantes de la villa encontraremos otro suculento manjar: el bacalao al ajo arriero, elaborado desde mediados del s. XX por las mujeres del pueblo para la Feria de San Andrés. Por último, en las bollerías y panaderías encontraremos suspiros, bollos blancos, rosquillas de yema, rosquillas fritas, periquillos, tortas de chicharrones, bollos de coco, magdalenas y un amplio abanico de dulces típicos tureganenses.
Semana Santa
Las Cofradías de la Vera Cruz y la Purísima, junto con el Ayuntamiento organizan la Semana Santa tureganense. Destacan las dos procesiones de Viernes Santo: la Procesión de la Carrera, por la mañana, y la Procesión del Silencio, por la noche, que transcurre en un ambiente de especial recogimiento propiciado por el profundo silencio de los asistentes, la iluminación del recorrido con más de cinco mil velas y centenares de antorchas, junto al impresionante sonido de una selecta música sacra y el triste tañido de las campanas, dentro de un entorno histórico artístico único con la iglesia de Santiago, la plaza porticada y el castillo al fondo que nos sumerge en un auténtico misticismo.
Fiesta de la Juventud
Las verbenas de esta fiesta son un motivo justificado para pasar unos ratos muy agradables.
Fiestas Patronales
La “Función” o fiestas en honor del “Dulce Nombre de María”, se celebra a lo largo de cinco días alrededor del primer domingo de septiembre. Los actos religiosos, verbenas, espectáculos variados, deportivos y encierros taurinos acompañan al plato fuerte de estas fiestas: las novilladas, que se celebran en un coso tradicional de madera, cuadrado, instalado en la misma plaza de España presidida por el imponente “Castillo”.
Feria de San Andrés
Además del mercado callejero de los sábados, los últimos días de noviembre se celebra la tradicional Feria de San Andrés, antiguamente Santa Catalina, que llegó a ser la mayor feria ganadera de Castilla, por el número de tratantes y reses que acudían desde todos los lugares de España. Desde el s. XV hay documentos de su enorme aceptación y vigencia. Históricamente ganadera, ha derivado a feria regional de maquinaria agrícola. Además tiene lugar esos mismos días una feria de artesanía y agroalimentaria.